Muere a los 80 años Robbie Robertson, guitarrista y compositor de The Band

Levon Helm marcaba el ritmo y Robbie Robertson hacía magia con la guitarra. Y con el lapicero. Andaban por ahí también, trasteando en el sótano, Rick Danko, Richard Manuel y un Garth Hudson que se ha quedado más solo que la una: desaparecido Robertson, quien falleció el miércoles a los 80 años tras una larga enfermedad, él es el único superviviente de aquel volcán que fue The Band. Los escuderos del Dylan mercurial. Un cuerpo extraño que, en pleno furor psicodélico, patentó ese country-blues-rock gran reserva que acabaría siendo la plantilla de lo que hoy conocemos como americana.

«Nos rebelamos contra la rebelión», dejó dicho Robertson, compositor principal y líder oficioso de una banda que fue hermandad, hizo historia de la música popular casi sin proponérselo y acabó, como suele ocurrir en estos casos, liquidada por la amargura y el resentimiento. «Ninguna otra banda ejemplifica mejor cómo la suma de individuos puede crear algo más grande», asegura Bruce Springsteen en ‘Once We Were Brothers’, documental basado en las memorias de Robertson que Daniel Rher realizó en 2019. «Me recordaba a la literatura americana del siglo XIX, a Melville, a Steinbeck… Nunca había oído nada así«, añade Martin Scorsese, quien inmortalizó el último concierto de The Band en el monumental ‘The Last Waltz’.

Robertson, nacido en Toronto en 1943, fue la pieza clave, el arquitecto sonoro, de un grupo que pasó de arropar a Ronnie Hawkins bajo el nombre de The Hawks a guardarle las espaldas a Bob Dylan y firmar pináculos de la música popular estadounidense como’Music Of The Big Pink’,su debut de 1968. «Si todos iban hacia el este, nosotros íbamos al oeste. No lo discutimos ni una sola vez. Éramos ese tipo de rebeldes con una causa absoluta. Separarnos de la manada fue un instinto», decía Robertson a la hora de intentar explicar el espíritu aventurero, indomable, de unos músicos superdotados que cruzaron la mística de la América profunda con la tradición del country y el blues. Latigazos de guitarra, unas armonías vocales deliciosas y unos teclados como para salir volando. «Quería escribir música que pudiera parecer escrita hace 50 años, mañana o ayer… Que tuviera esta cualidad perdida en el tiempo», reconoció el guitarrista. Ahí están ‘The Night They Drove Old Dixie Down’, ‘King Harvest Has Surely Come’, ‘Life Is a Carnival’ y la descomunal ‘The Weight’ para confirmar que, en efecto, su ambición quedó sobradamente colmada.

Robertson, hijo de una nativa americana y de un jugador profesional judío, descubrió el rock and roll con 13 años y ya no hubo alternativa ni vuelta atrás. «En cuestión de semanas estaba en mi primera banda», aseguró. A los 16, Ronnie Hawkins lo fichó para su banda de acompañamiento y para allá que se fue Robbie, poco más que un chaval imberbe, dispuesto a dejar huella junto a la leyenda del rock canadiense instalada en Estados Unidos. «Vendí mi Stratocaster del 56 para comprar un billete de tren a Arkansas«, recuerda Robertson en ‘Once We Were Brothers’. En The Hawks conoció a Levon Helm y nació el germen de lo que sería The Band, la banda que, a un poco a su pesar (en un principio, el de Duluth solo quería fichar a Robertson como guitarrista) acompañó a Bob Dylan en la gira de 1965 y 1966, la de la metamorfosis eléctrica, los abucheos y el «¡Judas!» del Free Trade Hall de Manchester.

La colaboración con Dylan se prolongó durante su reclusión en Woodstock, origen de ‘The Basement Tapes’ y también de ‘Music Of The Big Pink’, debut con el que The Band se salieron por la tangente revolviendo el fondo de armario del rock, el folk el jazz y el ‘ryhthm n’blues’. «Era un animal diferente, un sonido diferente, una experiencia sónica diferente», dijo entonces Robertson.

Luego vendrían ‘The Band’, ‘Stage Fright’, la reunión con Dylan y ‘The Last Waltz’, concierto planteado, según Robertson, como un intento por enderezar el rumbo de una banda sacudida por los excesos con el alcohol y las drogas y enredada en una lucha de egos y derechos de autor. «El problema es que nadie se acordó de regresar», diría el guitarrista. Para el resto de The Band, sin embargo, aquel último vals, aquel carrusel de colaboraciones estelares de Van Morrison, Joni Mitchell, Neil Young y Bob Dylan, fue el portazo definitivo de un Robertson que quería liquidar la banda para dedicarse a trabajar para el cine e impulsar una carrera en solitario.

Lo segundo le salió regular (en 1987 publicó su debut homónimo, el primero de media decena de discretos discos a su nombre), pero en el cine, casi siempre junto a Martin Scorsese, encontró su sitio: colaboró como supervisor musical en ‘Toro Salvaje’, ‘El color del dinero’ y ‘Casino’; puso banda sonora de ‘The Irishman’; y antes de morir terminó la música de ‘Killers of the Flower Moon’, la próxima película del neoyorquino.

En 1983, The Band se reunió sin Robertson, pero en 2016 el compositor y guitarrista se desquitó publicando ‘Testify’, autobiografía que inspiraría el ‘Once We Were Brothers’, documental que ni Helm, fallecido en 2012, ni Manuel ni Danko, muertos en 1986 y 1999, respectivamente, llegaron a ver.

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Muere a los 80 años Robbie Robertson, guitarrista y compositor de The Band