Christina Rosenvinge: “Me preocupa que no haya más mujeres como Carla Morrison o Julieta Venegas, mujeres que sean sobre todo cerebro y talento” – La Tercera

Christina nos habla a través de la webcam y es casi como si viéramos a la Christina que conocimos, allá en los albores de los noventa. No tanto porque estemos hablando de un disco que grabó en 1992, como por la naturalidad y transparencia de un carácter alegre y vital que parece veinteañero.

Christina es natural y fluida, sin aspavientos, sin aires de rockstar –luego nos explicará porqué-. Parece la amiga cercana con la que no hablamos hace tiempo y que reencontramos en un zoom casual, despeinados y relax. Debe ser, quizás, porque gracias a Que me parta un rayo muchos entonces adolescentes nos hicimos amigos de ella, la hermosa y brillante mujer que cantaba canciones que no solo representaban el sentir de otras chicas, sino el de todos los que éramos, de algún modo, solitarios y rebeldes; incomprendidos y furiosos; melancólicos y encendidos.

30 años es un largo camino entre la Christina de entonces y la actual. No solo se ha consolidado como una cantautora original y arriesgada, sino que ha sido madre dos veces, ha recibido premios por su talento, ha publicado un libro, ha lanzado 9 álbumes como solista –y uno con Nacho Vegas-, ha recorrido el mundo con su guitarra y acaba de terminar la temporada de una original obra de teatro, inspirada en los versos de la legendaria poeta griega Safo, que Christina ha convertido en canciones.

A pocas horas de volver a Chile, esta vez para cantar temas que no interpreta en vivo desde los años 90, conversamos con la intérprete de Tú por mi o Pulgas en el corazón.

-Esta gira es una manera de celebrar Que me parta un rayo, un álbum que cumplió recientemente 30 años. ¿Consideras que es el disco que más decisivamente cambió tu carrera?

Absolutamente, sí. Que me parta un rayo fue mi debut como cantautora, además de ser un disco muy importante. Y como todo empezó tan fuerte, fue un disco muy especial también para mucha gente. Hasta ahora me encuentro con gente por la calle que es muy fan de ese disco en concreto. Ahí es cuando me descubro a mí misma como compositora. Antes componía, sí, pero escribía al 50% con Álex, en el dúo que teníamos. Es muy distinto escribir con alguien que escribir solo.

-Ese descubrimiento como cantautora, ¿qué nuevas luces te dio? ¿Qué despertó en ti?

Sobre todo, el hecho de que, cuando escribes con otra persona, las canciones no son tan confesionales. Es recién cuando uno empieza a hacer canciones solo cuando ya manejas todo el proceso desde el principio, desde que nace la melodía, cómo van a sonar las canciones, cómo se van a arreglar. Pero, en realidad, todo esto enfocado desde el principio en lo que va a decir la letra. Se convierte en una especie de diario… (lo reconsidera) No, no es un diario, porque todo está ficcionalizado, las letras de las canciones son literatura también, pero es algo desde luego muchísimo más personal que cuando haces una canción con más gente.

-¿Qué es lo que recuerdas con más cariño de aquellos días de 1992 en que grabaste Que me parta un rayo?

Bueno, sobre todo, la incertidumbre, porque yo tuve algún éxito antes, con el dúo Álex y Cristina. Pero decidí salir de ahí y empecé a componer mis propias canciones sin tener muy claro si se iban a grabar, porque la compañía discográfica era muy reacia a que yo lo hiciera. Querían que siguiera grabando con Álex, pero para mí la cosa era o grabar el disco o abandonar la música. Y fue muy bonito, porque yo no sabía qué iba a ocurrir. Felizmente, tuve la complicidad de una serie de músicos que habían tocado con Joaquín Sabina, y también de mi hermana Teresa. Me ayudaron a hacer las maquetas. Fueron días muy divertidos. Yo tenía entonces 24, 25 años, había salido de la primera juventud y era un momento de la vida muy importante. Es la edad en la que la gente acaba la carrera universitaria, es cuando realmente entras a la vida adulta, y para mí fue un poco eso.

-Hacer ese disco fue, de alguna manera, tu “graduación universitaria”…

Sí, claro, claro. Las canciones realmente las empecé a componer dos años antes, así que sí, fue un proceso similar, se puede decir.

-Seguro que los momentos vitales son distintos, pero ¿qué ha cambiado y qué se mantiene aún en la esencia de la Christina compositora?

Se mantiene la primera motivación. Es decir, hay un impulso en quien hace canciones que no cambia, tengas el estilo que tengas. El que escribe está buscando entenderse a sí mismo, por un lado, y, por otro, crear un dialogo con su generación o con la gente que tiene una forma de sentir parecida a la suya. Eso se expande. Con Que me parta un rayo se establece un vínculo con el público que ha seguido hasta ahora. Podemos decir que ellos han crecido conmigo y yo he crecido con ellos.

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-“Yo que estuve en el lado salvaje, digo que nunca pienso volver”, cantas en una parte de Tú por mí, con una referencia implícita a Lou Reed. ¿Qué tan salvajes fueron realmente aquellos años para ti?

Realmente, siento que soy una persona muy cauta, así que he estado en ese lado salvaje, pero, sobre todo, como testigo. Todo esto viene en Tú por mí, que es la canción más autobiográfica de todo el disco. Cuenta la historia con mi amiga Sarah. Ella sí que se metió en el lado salvaje. Empezó a drogarse, inició una relación con un chico y acabó prostituyéndose. Esa canción la escribo en un momento en el que ella había desaparecido, no la encontrábamos por ninguna parte, la estábamos buscando desesperados. Luego, felizmente, apareció, se regresó a Inglaterra, de donde era, a vivir en una granja, y tuvo una vida muy feliz. Pero, en ese momento, yo me sentía muy culpable por no estar a su lado en el momento duro, por no haberme dado cuenta que esto estaba pasando. Sarah era una amiga con la que íbamos juntas a todas partes, éramos como hermanas. Y yo empecé a salir con un chico y ella con otro y, de repente, pasó eso. Creo que la canción transmite esa sensación de que le has fallado a una amiga, que no has estado atento a que se estaba metiendo en un agujero.

-Hace 30 años, como ahora, era importante para muchas mujeres que haya una de ellas contando sus historias, más allá del amor o lo romántico, también hablando de lo cotidiano…

Creo que lo que acabas de decir, en su momento, fue muy importante, y la importancia de ese disco estaba en eso. En que eran tantas las historias en primera persona del femenino, un sujeto femenino hablando y no necesariamente hablando de amor. Tú por mí, hablaba de amistad; Voy en un coche, habla de independencia; Alguien que cuide de mí, es una canción genérica. O sea, no estaban dedicadas a un tú masculino, necesariamente. Hay alguna, sí. Ni una maldita florecita, por ejemplo, sí estaba escrita al chico con el que estaba saliendo en ese momento, que era Ray Loriga, que estaba publicando su primera novela casi al mismo tiempo que yo sacaba este disco. Todo eso fue muy importante, creo, porque estábamos acostumbrados todos a oír a las mujeres cantar letras escritas por hombres o a las mujeres jugando un papel para ellos. Dentro del rock tienen una presencia escasísima y muchas veces era como “chica de la banda”. Entonces, en este sentido no fui la primera, pero sí seguí la estela de otras mujeres en el mundo del rock.

-En el momento actual, ¿Qué te parece la presencia femenina en la música y la posibilidad de que se sigan contando esas historias cotidianas?

Es increíble, porque se siente que en 30 años no hemos avanzado tanto. Es más, yo te diría que poco. Ahora sí hay un chorro de mujeres haciendo música, pero la cuestión es que la dependencia emocional está a la orden del día. Y queda pendiente, por supuesto, la sexualización de las mujeres. Parece que la presencia femenina en el escenario, mayoritariamente, está representada por mujeres que juegan con su sexualidad, lo cual es estupendo, divertido, pero me preocupa que sean mayoría. Me preocupa que no haya un discurso alternativo, que no haya más mujeres como Carla Morrison o Julieta Venegas, ¿Sabes? Es decir, mujeres que sean, sobre todo, cerebro y talento y que no jueguen tanto con su físico. Es muy importante que esté ese otro ejemplo también, para representar a la sociedad real.

-A pesar del hito que marcó Que me parta un rayo, tus trabajos posteriores también han sido muy interesantes. ¿Qué necesita una canción para llenarte, para dejarte satisfecha?

Las canciones que, cuando las acabo, me producen esa sensación, son las que parece que no son mías, son canciones que parece que pertenecen a una especie de cancionero popular atemporal. La última que he escrito de este estilo está en el último disco: El romance de la plata, y creo que también La piedra angular. Son canciones que son mías, pero en realidad podrían ser de cualquiera. Cuando uno consigue escribir una canción así, que representa lo universal de una manera tan conseguida, son esas las canciones que más me llenan y son muy difíciles de hacer. Te toca una cada tanto tiempo. Y Tú por mí es también ese tipo de canción.

-¿Qué fue lo más interesante de interactuar con la escena musical neoyorquina, como hiciste a principios del siglo? ¿Qué fue lo más importante que te dejó aquella experiencia?

Bueno, me gustó mucho encontrarme en Nueva York con una escena muy rica, con mucha gente con mucho talento y, sin embargo, no era una escena pretenciosa como puede suponerse desde afuera. Era una escena muy abierta a los extranjeros, a cualquiera que estuviera ahí tocando, y me di cuenta hasta qué punto estaban limpios de prejuicios, con una gran predisposición a experimentar. Era precisamente lo que hacía que, de esa escena tan rica, salieran cosas tan diversas y de tanta calidad. Ese tipo de mentalidad yo la he traído después conmigo. Por ponerte un ejemplo: cuando empecé a vender discos, había gente que pensaba que me tenía que comportar como una estrella, hacer cosas extravagantes, ponerme nombres, vestirme de cierta manera, salirme de todo lo ordinario, un poco comportarme como si estuviera en una nubecita por encima de la gente. Cuando llegué a NY me di cuenta de que allí la gente no hacia eso. Podías estar en un restaurante y tener, por ejemplo, a Lou Reed al lado, sentado en un bar, o acabar hablando con Patti Smith. Y, en mi caso, me tocó también que Lou Reed viniera a verme a un concierto y se sentara allí como uno más. La sensación, para mí, lo que aprendí, fue una forma de liberarme del peso de tener que hacer de estrella. Me di cuenta que se podía mantener la humildad perfectamente. No tenía que ser parte del show 24 horas al día. Con que lo hagas cuando estés en el escenario puede ser suficiente. Y eso me quitó un gran peso de encima (risas). No está en mi vocación comportarme así todo el tiempo. Es muy cansado.

-¡Qué flojera ser una estrella las 24 horas del día!

(Risas) ¡Claro! Eso no tiene que ver con lo musical, en realidad. Me di cuenta que eso de tener un personaje era una tontería, no hay que tener personaje, eso es una convención del pasado. No es necesario.

-Uno de tus máximos ídolos musicales es Lou Reed, a quien mencionaste recién. ¿Cómo fue la experiencia de conocerlo?

Fue muy divertido, porque donde toqué era un bar muy pequeñito, no recuerdo cómo se llamaba, ahí en NY, en el Lower East Side, y había muy poca gente. Entonces, estuve un rato preocupada, pensando en qué poca gente había ido a verme. Y un amigo me dice: “Sí, hay poca gente, pero ha venido Lou Reed a vernos”. ¡Para qué me lo dijo! (risas) Pensé que iba a cantar fatal, estaba muy nerviosa. Durante el concierto estuve pensando todo el tiempo que Lou estaba viéndonos. Al final me acerqué a él, me presenté, me dijo cosas muy bonitas, me dijo también que le habían gustado mis canciones, le regalé el disco y fue un encuentro muy agradable. Eso pasó el 2001 o 2002. Lo gracioso es que, mucho tiempo después, el 2011, me lo volví a encontrar en Madrid. Fui a un concierto de Laurie Anderson –su esposa- y estaba él como músico invitado. Como el empresario era un amigo y sabía que yo era muy fan de Lou Reed, me hizo pasar y pude hablar nuevamente con él. Y le dije “¿Te acuerdas que viniste a verme a un concierto en NY? Estuvimos esa noche juntos”. Y Lou Reed me dijo: “Todo el mundo ha tenido una noche conmigo, baby” (risas). ¡No se acordaba! ¡Se lo había olvidado!

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-(Risas) ¿En serio te contestó textualmente así?

(Christina sigue riéndose) Así me dijo: “Todo el mundo ha tenido una noche conmigo, nena”.

-Y aparte de esa respuesta de rockstar absoluto, ¿Fue buena onda?

Sí, sí fue buena onda. Estuvimos en una charla común. La verdad, ha tenido que ser muy difícil estar en la piel de Lou Reed, ¿sabes? Yo creo que fue, hasta el final, un músico comprometidísimo con la música y con la verdad y tampoco le gustaba nada la tontería de la fama. Entonces, tampoco le gustaba que lo trataran de esa forma. Él quería tener una relación normal con la gente y que la gente se le tire encima lo incomodaba. Pero, sobre todo, era muy simple, no tenía nada de amabilidad impostada. Si tú vas, te le abalanzas, y le dices algo de la nada, de pronto te dice “Pero qué me dice, señora, déjeme en paz”. (Risas).  Muchos pensaban que era una estrella, pero luchó hasta el final de sus días por ser honesto con la música y porque la gente no le pidiera autógrafos, sino que lo viera como una persona normal. Yo, de verdad te digo, soy muy fan de Lou Reed. Si algún día me hago un tatuaje me haría algo relacionado con Reed o Bowie. Son muy fan suyo y creo que hizo grandísimas cosas hasta el final.

-El 2018 te fue otorgado en España el Premio Nacional de las Músicas Actuales. En esta etapa de tu carrera, ¿qué significa un premio así para ti?

Me hizo mucha ilusión ganar este premio, porque te reconoce como alguien que ha contribuido de forma sustancial a la cultura de un país. Y me alegra más teniendo en cuenta que yo soy hija de inmigrantes, pues mis padres son daneses. El español es mi primera lengua, porque lo aprendí antes que ninguna otra, pero realmente no es la lengua materna. Mi madre habla otro idioma, es una circunstancia muy excepcional. Para mí, haber encontrado esa patria lingüística y musical no solo en España, sino también en Latinoamérica, es lo que le ha dado sentido a mi vida. Desde una cultura familiar extraña y dramática, sin embargo, ha surgido algo que estaba en mi destino, a lo mejor, que era recorrer el mundo con la guitarra cantando canciones. Pienso en Violeta Parra y pienso en que es muy bonito tener esta profesión, creo que es de lo mejor que se puede tener y este premio, que reconocía la contribución al cancionero hispanoamericano, de alguna manera yo lo entendí así. Por eso ha significado bastante para mí.

-El 2019 publicaste Debut, un acercamiento a las historias detrás de tus canciones. ¿Has pensado publicar un nuevo libro?

Bueno, sí, he escrito mucho y claro que lo sigo escribiendo y experimentando, sobre todo, con el cruce entre el texto cantado y el texto escrito. Me parece que hay un terreno muy rico por explorar ahí y me interesa muchísimo cómo nos lleva, incluso, a jugar con estas cosas entre lo hablado y lo cantado y lo escrito. Estoy indagando sobre esto, escribiendo un nuevo libro. Ahora, tengo que ir dosificando, porque yo hago muchas cosas muy seguidas. Tampoco quiero cansar a la gente (risas). Han sido 40 representaciones de Safo, unas cuantas de Que me parta un rayo y en setiembre volveré con este nuevo disco y luego el libro siguiente.

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-Imagino que es muy difícil volver, por más cariño que le tengas, a un disco que has compuesto hace 30 años, cuando de pronto tu camino como compositora y como música ha evolucionado mucho más…

Pues ese es el motivo por el cual yo no había tocado Que me parta un rayo. Porque son canciones que pertenecen a mi primera juventud y hay cosas que se me han quedado un poco atrás y ya no soy esa persona. Pero al volver a sacar las canciones, me di cuenta que había unas, como Tengo una pistola, que no canto en directo desde el año 94, y se me había olvidado por completo. Una maldita florecita tampoco la tocaba desde el 95. Ha habido un reencuentro con mi propia música. Tú por mí sí que la he tocado, porque es un clásico y me la piden y yo feliz de que la canten y nunca me canso de tocarla. Tiene eso que pasa con algunas canciones, que pertenecen a esa categoría, pero hay otras que me costaban. Yo no soy tu ángel, por ejemplo. Y al montarlas con la banda y actualizarles el sonido ha sido fantástico, porque me he dado cuenta de que lo que envejece en los discos es la producción, pero no la canción. La canción sigue siendo divertidísima y muy fresca, así que el proceso fue mucho más divertido de lo que pensaba. Y, de hecho, pensaba hacer el concierto una sola vez (risas). Lo preparamos para una vez, dos, máximo, pero salieron tan bien que decidí repetirlo porque me gusta.

-Entonces, ¿vas a cantar el disco completo?

Sí, todas las canciones. Incluso 2 o 3 del disco siguiente, Mi pequeño animal. Vamos a tocar Pálido y también Mi habitación, que es una canción divertidísima de tocar.

-He visto en tus redes que estás cantando con uno de tus hijos. ¿Qué significa para ti esa experiencia?

Eso ha sido cerrar el círculo de una forma preciosa. La única canción en la que yo no he escrito la letra en mi carrera es Señorita, porque la escribió Ray Loriga. Yo le di el armazón, le dije “Escribe lo que quieras, pero tienes que cerrar con “Ya no me das pena, Señorita””. Le dije dónde tenía que decir esta frase y el verso lo podía escribir él cómo quisiera. Entonces, es muy bonito porque en ese momento yo no sabía que él iba a ser el padre de mis hijos. Es muy bonito cantar con mi hijo una canción que es de su padre. Ha sido muy emocionante para todos.

*Santiago: martes 18 de abril en el Teatro Coliseo (Puntoticket).

*Quilpué: miércoles 19 de abril en el bar Trotamundos (Puntoticket).

*Chillán: 20 de abril en Magnolia Bar (Puntoticket).

*Concepción: 21 de abril en teatro Biobio (Ticketplus).

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Christina Rosenvinge: “Me preocupa que no haya más mujeres como Carla Morrison o Julieta Venegas, mujeres que sean sobre todo cerebro y talento” – La Tercera