La increíble historia del segundo marido de Marilyn Monroe, que era más famoso que ella

Rubia, la película de Andrew Dominick, con una excepcional actuación de Ana de Armas, está basada en la novela de Joyce Carol Oates. La crítica y el público ya se pronunciaron sobre la obra (¿cruda? ¿extensa? ¿artísticamente bella?).

Es una adaptación libre sobre la vida y tragedia de Marilyn Monroe, de cuya muerte acaban de cumplirse seis décadas. El nombre y la figura de Joe DiMaggio ocupa un espacio limitado en aquella vida y en su adaptación artística (lo protagoniza Bobby Cannavale).



La figura de Joe DiMaggio ocupa un espacio limitado en la adaptación artística de la novela.

Sin embargo, para los estadounidenses de su tiempo, aquel que gira entre las décadas del ’40 y ’50, DiMaggio fue una figura tan popular como ella.

La diva y el coloso

Marilyn, cuando se conocieron en el restaurante Villa Capri, en Los Angeles, casi lo ignoraba: venía de “otro palo”. Una diva del espectáculo y un coloso del deporte.

Apenas casados y con Marilyn convocada para alentar a las tropas estadounidenses en Tokio, ella –conmocionada- le refiere a su flamante esposo: “No sabes lo que es que 60 mil personas te vitoreen”. Respuesta, lacónica: “Sí, lo sé”.

Joe DiMaggio, fue un coloso del deporte.


Joe DiMaggio, fue un coloso del deporte.

Di Maggio ya llevaba varias temporadas retirado del béisbol, pero había disfrutado de aquellos baños de masas durante dos décadas…

La película de Dominick alude a los momentos centrales de la presencia de Di Maggio: el sorprendente romance, su enojo en una esquina de Nueva York y la presunta violencia física, que termina en divorcio.

Sin embargo, cuando la vida de Marilyn se desbarrancó –depresiones, barbitúricos, faltazos- DiMaggio fue el hombre que estuvo a su lado y que intentó rescatarla. Al menos, alguna vez la sacó del psiquiátrico para alojarla en su propia residencia de la Florida.

El romance original

DiMaggio y Marilyn se conocieron a través de un empresario. Después de aquel encuentro en un restaurante y tras varios meses de noviazgo, se casaron el 14 de enero de 1954 en el City Hall de San Francisco. La Iglesia no reconocía el casamiento –debido al anterior divorcio del beisbolista- y eso era un problema, venía de una familia fervorosamente católica.

Se casaron el 14 de enero de 1954.


Se casaron el 14 de enero de 1954.

“Prefiero ir de cabeza al infierno antes que renunciar a mi propio jardín del Edén. Que me excomulguen si quieren” desafió el ex jugador de los New York Yankees.

Marilyn dijo en aquellos días: “Lo que Joe es para mí es un hombre cuya apariencia física y su forma de ser me vuelven loca. Le quiero con todo mi corazón. Sabemos que no será un matrimonio fácil”.

Las tres películas de Marilyn en la temporada anterior –Niágara, Los caballeros las prefieren rubias, Cómo atrapar a un millonario– habían disparado su popularidad, se había convertido en un símbolo de Hollywood. Tenía 27 años, doce menos que su pareja.

El 15 de setiembre de 1954 a la 1 de la madrugada, en la esquina de Lexington y 52, Nueva York, centenares de fanáticos rodearon el comienzo de la filmación de La comezón del séptimo año dirigida por Billy Wilder.

Es una de las escenas icónicas en la historia del cine: Marilyn, con su vestido blanco, sobre la alcantarilla, la brisa que hace flotar su vestido, su belleza –iluminada por los reflectores- ante la vista de la multitud hechizada. Sólo una persona permanece impasible, indignada: Joe DiMaggio. Presuntamente, después llegaron los golpes.

Rumbo al divorcio

El libro Joe y Marilyn, de David Heynmann, cita los testimonios de conocidos de ambos. “Nunca, ni por un minuto llegué a pensar que ella y Joe DiMaggio durarían”, declaró Jane Rusell, la mujer de la estrella de Los Angeles Rams de fútbol americano, Bob Waterfield, ambos amigos de la pareja.

DiMaggio presionaba para alejar a MM de los productores de cine: “En Hollywood sólo te ven como un pedazo de carne”, decía.


DiMaggio presionaba para alejar a MM de los productores de cine: “En Hollywood sólo te ven como un pedazo de carne”, decía.

“Estaban enamorados, mucho de hecho, pero no se entendían el uno al otro. Ambos venían de diferentes universos y eso fue la tragedia, por eso no pudieron seguir juntos. Estaba escrito en las estrellas”.

El mismo libro menciona al hijo de DiMaggio, Joe Jr, describiendo la pelea posterior a la filmación en Manhattan y quedó la leyenda de Marilyn con su ojo morado. Lo cierto es que DiMaggio presionaba para alejarla de los productores de cine: “En Hollywood sólo te ven como un pedazo de carne”, sentenció.

El 6 de octubre, Marilyn le anunció a los periodistas que había pedido el divorcio. Di Maggio siguió con sus negocios y sus promociones, Marilyn volvió a casarse (Arthur Miller) y divorciarse, su estrella se extinguió pronto, joven.

Desde aquella madrugada en la que Marilyn Monroe fue encontrada muerta en su residencia californiana, DiMaggio se ocupó de todo. No dejó que nadie del ambiente artístico ni político –a los que culpaba por el infortunio de Marilyn- se acercara a funeral. Y luego, durante dos décadas, religiosamente cada lunes, miércoles y viernes, las flores enviadas por Joe DiMaggio se instalaban sobre la tumba de Marilyn.

Un fenómeno del béisbol

Cuando el béisbol celebró su Centenario en Estados Unidos –y ello ocurrió en 1969- Joe DiMaggio fue proclamado como “el mejor jugador de todos los tiempos”. Y no había demasiadas discusiones para ello.

Aún hoy, los especialistas lo mantienen en esa condición aunque, técnica y profesionalmente, tanto haya cambiado en su deporte, uno de los más populares de su país.

Joe DiMaggio fue proclamado como “el mejor jugador de todos los tiempos” de béisbol.


Joe DiMaggio fue proclamado como “el mejor jugador de todos los tiempos” de béisbol.

Era el octavo de los nueve hijos de una familia procedente de Isola Delle Femmine, Sicilia, en aquella formidable inmigración de principios del siglo pasado. Joseph Paul “Joe” Di Maggio nació el 25 de noviembre de 1914 en Martinez, California. Era un pueblito de pescadores, 40 kilómetros al norte del Golden Gate, pero cuando tenía un año toda la familia se trasladó a San Francisco.

Dos de los hermanos de Joe –Dom y Vince- también se dedicaron al béisbol profesional, pero ninguno llegó tan lejos. Joe había jugado cuatro temporadas en una liga menor con los San Francisco Seals, cuando, a sus 20 años, fue convocado por una de las franquicias más importantes de Estados Unidos, los New York Yankees, que llevaban doce temporadas sin títulos.

A lo largo de su campaña –que se extendió desde 1934 hasta 1951, sólo interrumpida por la Segunda Guerra Mundial- Di Maggio conquistó nueve veces el título mayor del béisbol (lo que ellos denominan “Series Mundiales”) y fue convocado en trece oportunidades para el Juego de las Estrellas.

También se lo designó el jugador más valioso (MPV) en tres temporadas: 1939, 1941 y 1947. Los periodistas deportivos lo apodaron “Joltin Joe”, algo así como “sacudiendo a Joe”.

Ana de Armas encarna a Marilyn Monroe en el filme, disponible en streaming. Foto Netflix


Ana de Armas encarna a Marilyn Monroe en el filme, disponible en streaming. Foto Netflix

Es difícil para nosotros –con un deporte como el béisbol que nos resulta tan lejano- medir la dimensión de Di Maggio o interpretar sus logros. Pero suficiente con mencionar que, como su máxima hazaña y que hasta hoy permanece igualada, son sus “hits” en 56 juegos consecutivos, en su temporada mágica de 1941.

Esa racha se terminó una noche en Cleveland, cuando le habían prometido un premio especial si llegaba a 57 de parte de las salsas Heinz, que tenían un producto titulado justamente “57”. Ese premio era de 100 mil dólares, una fortuna para la época si consideramos que el salario de Di Maggio estaba en esa época en los 43.500 dólares.

A su retiro, diez años después, en The New York Times sintetizaron: “La combinación de destreza y gracia exquisita que Di Maggio le aportó al béisbol fue algo que ninguna estadística puede medir, que debió ser vista para poder creer, comprender y apreciar”.

Di Maggio murió el 8 de marzo de 1999 en Hollywood, víctima de un cáncer de pulmón. Ya desde su época de jugador era un fumador empedernido.

DiMaggio en canciones, libros y películas

En sus tiempos de esplendor como jugador de béisbol, Di Maggio se transformó en la figura más popular del deporte de Estados Unidos y alcanzó la dimensión de un rockstar o un Maradona para nosotros, si vale el ejemplo (aunque, claro, el béisbol casi no salía de la frontera de su país).

Marilyn Monroe y Ana de Armas. Foto: blondethefilm


Marilyn Monroe y Ana de Armas. Foto: blondethefilm

Le acompañaba una canción que le había dedicado Les Brown (“Joltin Joe”) y el retrato de Di Maggio era pintado al óleo por Harvey Dinnerstein, uno de los más importantes artistas figurativos de Estados Unidos, casualmente muerto hace pocos días.También Madonna en Vogue, John Fogerty en Centerfield o Billy Joel le cantaron a DiMaggio.

El propio DiMaggio tuvo participación en veinte películas y, antes del famoso casamiento con Marilyn, también su primera mujer fue una artista, Dorothy Arnold, madre de su único hijo, Joe Jr. Se habían conocido durante la filmación de Manhattan Mery, la primera peli del beisbolista, y el matrimonio terminó tres años más tarde, en 1943, cuando Di Maggio cumplió el servicio militar en Hawaii, en plena guerra mundial, aunque no llegó a combatir allí.

Pero el nombre de Di Maggio también aparece en algunas de las obras literarias más importantes de su época. Principalmente, en El viejo y el mar, la última de las grandes novelas de Hemingway, ambientada en la costa de Cuba y editada en 1952. Un año más tarde, Hemingway recibía el Nobel de Literatura y el Pulitzer.

“Me hubiese gustado llevar a pesar al gran DiMaggio –dijo el Viejo- Dicen que su padre era pescador. Quizás fuese tan pobre como nosotros y comprendiera”, es una de las alusiones del protagonista de la novela, en los diálogos con su ayudante.

Di Maggio es mencionado varias veces (“Ten fe en los Yankees de Nueva York, hijo, piensa en el gran Di Maggio”) y allí no sólo aflora la admiración que le tenía Hemingway, sino también su afición al béisbol: varias veces expresó que lamentaba que en sus tiempos de cronista en Kansas no lo hayan destinado a la cobertura de los juegos.

Probablemente, la más deliciosa descripción de DiMaggio aparezca en la recopilación Relatos del gran Gay Talese. Allí, con su estilo fluido y sencillo, pleno de historias y anécdotas, nos lleva por la familia, sus comienzos, algún recuerdo de Marilyn. Y, sobre todo, nos describe a un DiMaggio en su madurez (el reportaje es de 1966), ya disfrutando de sus nuevas ocupaciones: maneja un restaurante con su nombre, es la imagen promocional de varias empresas o lo convocan para algunos homenajes en su deporte.

Describe Talese: “De 51 años, DiMaggio era un hombre de aspecto distinguido, que envejecía con la misma gracia con que había jugado en el campo de béisbol, con trajes de corte impecable, las uñas arregladas y un cuerpo de un metro ochenta y nueve centímetros a todas luces tan esbelto y hábil como cuando posó para el retrato suyo que cuelga en el restaurante y lo muestra en el estadio de los Yankees”.

DiMaggio retorna a ese estadio para una celebración especial. “DiMaggio –escribe Talese- estiró el cuello y miró a lo alto. No alcanzó a ver nada que no fueran las altísimas tribunas verdes atestadas de público. Y no divisó las nubes ni el cielo azul, sino un cielo de rostros. Hasta que le presentador pronunció su nombre: ¡Joe DiMaggio!

Y sonó al punto una ovación, cada vez más estruendosa (…) casi podía sentir el viento, la respiración de cincuenta mil pulmones sobre él, cien mil ojos que observaban hasta el último de sus gestos, y por un brevísimo momento cerró los ojos mientras avanzaba”.

El artículo de Talese se tituló La temporada silenciosa de un héroe y cuenta también de una escena de un bar, con una dama que intenta seducir al campeón. Este no se dio por aludido: – ¿Tengo que ser Marylin Monroe para que me responda?

-No, me encantarías que lo fueras, pero no lo eres. Nadie puede serlo.

El homenaje de Paul Simon y Mrs. Robinson

Recordemos la escena. Abril de 1999, Di Maggio ha muerto y el Yankee Stadium de Nueva York está colmado para homenajearlo en el “Di Maggio Day”. Paul Simon ingresa al campo de juego, solitario, con su guitarra y delante de la multitud interpreta aquella canción que, en el dúo con Art Garfunkel, convirtieron en un himno: Mrs Robinson.

También, por aquellos días, Simon escribió una columna en The New York Times, celebrando al formidable campeón de béisbol.

Sucede que la letra de Mrs Robinson incluye a DiMaggio, aunque no es el eje del tema.

“¿Dónde has ido, Joe DiMaggio, / la Nación vuelve sus ojos solitarios hacia ti”, cantaban Simon@Garfunkel a mediados de los 60. Y tres décadas después, el estadio se estremece…

El dúo neoyorquino había lanzado un hit poco antes, Puente sobre las aguas turbulentas, y el director de cine Mike Nichols quería incluir una canción de ellos en su próxima película, El graduado.

Los músicos estaban en gira y Simon le explicó que sólo tenía disponible un tema, dedicado a Mrs Roosevelt, la ex primera dama. “A partir de ahora, ya no es Mrs Roosevelt, es Mrs Robinson” replicó Nichols.

El graduado convirtió a Dustin Hoffman en el fenómeno artístico que conocemos –su coprotagonista Anne Bancroft, repleta de sensualidad, ya lo era- y a Mrs Robinson en uno de los temas emblemáticos de la música de los 60. Hasta Frank Sinatra aportó su propia versión, poco después en el álbum My Way.

Paul Simon se encontró, por casualidad con DiMaggio en un restaurante italiano, donde este cenaba con unos amigos, y el beisbolista directamente le dijo: “Lo que no entiendo es por qué preguntas adónde he ido. He seguido trabajando, no me fui a ningún lado…”.

El compositor explicó: “No quise decir las líneas literalmente, que pensaba en DiMaggio como un héroe estadounidense y que los héroes genuinos escaseaban. Aceptó la explicación y me dio las gracias. Nos dimos la mano y nos dijimos buenas noches”.

Escribió Simon, a la muerte de Di Maggio: “Sí, fue un ícono cultural, un héroe si se quiere, pero no de mi generación. Pertenecía a la juventud de mi padre: era un tipo de la Segunda Guerra Mundial cuya carrera comenzó en los días de Babe Ruth y Lou Gehrig y terminó con la llegada del juvenil Mickey Mantle (quien era, en verdad, mi pelotero favorito).

En los años ’50 y ’60, estaba de moda referirse al béisbol como una metáfora de América, y DiMaggio representaba los valores de esa América: excelencia y cumplimiento del deber (a menudo jugaba con dolor), combinados con una gracia que implicaba una pureza de espíritu, una dignidad fuera del campo y una vida privada celosamente guardada”.

Y agregó: “Se dijo que todavía lloraba a su ex esposa, Marilyn Monroe, y enviaba flores frescas a su tumba todas las semanas. Sin embargo, como hombre que se casó con una de las mujeres más famosas y neuróticas de los Estados Unidos, nunca habló de ella en público ni en forma impresa.

Comprendió el poder del silencio. Era la antítesis de los años ’60 iconoclastas, alucinantes y desafiantes a la autoridad, por lo que creo que sospechaba un significado oculto en mis letras. El hecho de que las líneas fueran sinceras y que se hayan adoptado a lo largo de los años como un anhelo de héroes y heroísmo habla de los deseos subconscientes de la cultura. Necesitamos héroes y buscamos candidatos para ser ungidos”.

MFB

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