Gene Kelly: 110 años del nacimiento del genio más completo del cine musical

Tras 15 años de matrimonio y toda una vida siguiendo su estela, la actriz Betsy Blair dijo una vez de Gene Kelly que había querido expresar, a través de sus películas y coreografías, “las más simples y complejas emociones y darle así la oportunidad a todo el mundo de hacer lo mismo”.

Son 110 años los que han transcurrido desde que Eugene Curran Kelly (Pittsburgh, Pensilvania, 23 de agosto de 1912) puso un pie en la tierra y más adelante otro en los en los escenarios y platós y hoy nos debemos a celebrar la vida y obra de un artista que revolucionó Hollywood con sus coreografías y protagonizó no solo varios de los musicales más conocidos y emblemáticos de la historia del cine occidental, sino el considerado mejor musical realizado hasta la fecha (Cantando bajo la lluvia, 1952). 

Pero más allá de su galante sonrisa y sus talentosos movimientos, Gene fue un hombre que también atrajo las críticas (no tan favorables) por su difícil carácter y sus múltiples exigencias para con los demás, tanto en el submundo de las coestrellas como entre sus más allegados.

Eugene fue el tercero de cinco hermanos a los que su madre, Harriet Kelly, trato de sembrar la semilla del baile, muy a lo The Jackson 5 aunque tres o cuatro de décadas antes. The Five Kellys se creó y se disolvió en un abrir y cerrar de ojos, pero tanto Gene como su hermano Fred, continuaron el legado familiar con la formación de The Kelly Brothers

Tras el crack del 29, el futuro actor conseguiría varios trabajos que ayudarían a solventar los apuros económicos de la familia, a la vez que finalizaba en 1933 sus estudios, licenciándose en Económicas. Pero los planes de Kelly iban mucho más allá de los números y los libros de cuentas. En 1930, la familia abrió su primera escuela de baile en Pittsburgh, llamada Gene Kelly Studio of Dance y algo más tarde y tras el éxito de la primera, fundaría una segunda en la ciudad de Johnstown, también en el estado de Pensilvania.

De Eugene a ‘Gene’

En vista del éxito que obtuvieron ambos negocios, Kelly puso rumbo a Nueva York con el objetivo de ejercer como coreógrafo. Sus primeros trabajos fueron en la escena de Broadway, donde protagonizó al poco de llegar, en 1938, ‘Leave It to Me’ y en 1940 ‘Pal Joey’. Y tal vez fuera la suerte o el destino los que, gracias a esta obra, quisieron que el productor David O. Selznick y el mismísimo presidente de la Metro Goldwyn Mayer, Louis B. Mayer, posaran la vista en sus múltiples talentos. El caso es que un año más tarde, Kelly, su reciente esposa Betsy Blair y todas sus pertenencias se trasladaban a Hollywood con un contrato firmado que le garantizaba su inmersión en la gran pantalla y ni más ni menos, de la mano de la icónica Judy Garland, en Por mi chica y por mí, en 1942.

Gene Kelly junto a Betsy Blair y su hija
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En aquella época dorada, en Hollywood no bastaba con tener una cara bonita y una actitud de galán. Uno debía ser multidisciplinar y dominar el canto, el baile, destilar hermosura (se hacía la vista gorda en hombres) y poseer una figura basada en los cánones de belleza establecidos en el momento (véase la pobre y maltratada Judy Garland). Sin embargo, a efectos ópticos, Gene Kelly lo poseía todo. 

En 1944 y acompañado de Rita Hayworth (le quedaban todavía dos años para convertirse en Gilda), rodó el musical Cover Girl, el cual su éxito fue arrollador, entre otras cosas, debido a una de las coreografías más revolucionarias del cine por aquél entonces. Su personaje y el alter ego de su personaje, bailaban a través de una imagen superpuesta que pocas veces había sido mostrada al gran público y menos aún en el género musical.

Pero el éxito no lo cegó del todo y tampoco le impidió luchar por sus ideales. A pesar de que la Segunda Guerra Mundial llevara ya unos años sucediendo, no fue hasta el ataque a la base americana de Pearl Harbor en 1941 cuando Gene decidió alistarse (aunque en un principio no se lo permitieron) en el ejército y luchar por aquel país que tanto le había dado. No lo hizo hasta 1944 y ni falta que hace decir que tampoco estuvo en ninguna primera línea de ningún frente. Lo que sí que hizo fue dirigir una serie de documentales patrocinados por el ejército estadounidense. Ganó el rango de teniente y trabajó en la división fotográfica de la Fuerza Aérea Naval.

Vincente Minnelli y la época dorada

Una vez retornó a su vida de galán hollywoodiense, llegaron más éxitos como Levando anclas, en 1945, su primera película junto a un jovencísimo Frank Sinatra, o Ziegfield follies, dirigida por Vincente Minnelli (marido de Judy Garland y padre de Liza Minnelli) donde compartió pantalla con Judy y Lucille Ball, además de con otro de los grandes de la danza y los musicales, Fred Astaire

Se sumergió en el rodaje de El Pirata (1948), también de la mano de Vincente Minnelli y con Garland como co-protagonista, película que se desvinculaba ligeramente de lo que Kelly había hecho hasta la fecha y a lo que su público estaba acostumbrado. Este es un musical de aventuras, donde el galán resulta ser un bandido buscado por las autoridades que tiene a las muchachas encandiladas y a nuestra protagonista en un sin vivir de mentiras y fechorías, aunque también de romances y desmayos épicos made in Hollywood.

Gene Kelly y Judy Garland en 'El pirata', uno de los grandes éxitos en su asociación con el cineasta 'Vincente Minnelli'
Gene Kelly y Judy Garland en ‘El pirata’, uno de los grandes éxitos en su asociación con el cineasta ‘Vincente Minnelli’
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A pesar de que Kelly ya estaba cosechando éxitos en las taquillas de todo el mundo, fue en 1949 cuando hizo explotar las cifras con el gran éxito de On the town, titulada en España como Un día en NY’ Junto a Stanley Donen, él y Kelly dirigieron este musical que incluía a Frank Sinatra, Betty Garrett y Ann Miller, entre otros, donde tres marines con permiso del ejército desembarcan durante 24h en la Gran Manzana para vivir toda clase de aventuras y trifulcas que incluyan romances exprés e infinidad de clichés neoyorquinos. 

Pero la peculiaridad de este filme residía en que fue la primera vez que se rodó un musical en la mismísima Manhattan. Kelly consideró necesario que los escenarios fueran reales y convenció a los directivos de la MGM para que les permitieran rodar varias escenas en la ciudad, cumplimentando un total de nueve días de rodaje fuera de los platós de Los Angeles. Aunque esta innovación también les trajo problemas, ya que Frank Sinatra en aquel momento era una súper estrella y resultaba complicado rodar sin la interrupción de fans que se acercasen a intentar ver en vivo y en directo al exitoso cantante. La película inmortalizó escenarios tan emblemáticos como el Museo de Historia Antropológica, el Symphonic Hall, el Empire State Building o la mismísima Times Square.

En 1951, Vincente Minnelli y Gene Kelly vuelven a colaborar en Un americano en París, película que situó a la MGM como referente mundial de musicales en los años 50. Recaudó la friolera de 6 millones de dólares, que por aquél entonces aquellas eran grandes cantidades y ganó 6 premios Oscar, incluidos el de Mejor guion original y Mejor película. Tal vez fuera París y el espectro que genera en el extranjero, pero el éxito resultó rotundo. La película gira en torno a la vida de un ex combatiente de la SGM que se instala en la capital francesa con el deseo de convertirse en un reconocido artista. 

Esta tuvo diferentes recepciones por parte de la crítica y el público. La mayoría la adoró y aclamó. Pero también recibió críticas que subrayaban los grandes clichés que la película contenía hacia la ciudad o hacia los mismos parisinos. También se dijo que para lo mucho que parecía prometer, el resultado no había sido el esperado. 

Tal vez en el momento resultó un éxito, pero si se mira con perspectiva y si se tiene en cuenta la gran cantidad de musicales que se produjeron en la década de los 50, es posible que un revisionado haga que Un americano en París no parezca tan fantástica como luce a primera vista. Igualmente, ese mismo año, la academia de los Oscar galardonó al actor con una estatuilla especial por su “extrema versatilidad como actor, cantante, director y bailarín, pero sobre todo, por sus grandes logros en el arte de la coreografía”, puntualizaron. Sería el único Oscar de su trayectoria artística.

Imagen de 'Un americano en París'
Imagen de ‘Un americano en París’
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Cantando bajo la lluvia, cayendo del estrellato

Y por fin llegamos a la cúspide de su carrera, cuando en 1952 la MGM, bajo la dirección una vez más de Gene Kelly y Stanley Donen, lanzan la que a día de hoy está considerada como la mejor película musical de la historia: Cantando bajo la lluvia, protagonizada por el mismo Kelly y junto a Donald O’Connor y Debbie Reynolds

Realmente una obra de arte en movimiento, inagotable e inalcanzable en muchos sentidos, llena de belleza y sacrificio, que involuntariamente consigue arrancarte una sonrisa de la cara durante toda su proyección y que resulta realmente difícil que no guste a todo el que disfrute mínimamente de las películas. 

A pesar de que su recepción en el momento de su estreno no fue escandalosa, ni recaudó lo que Un americano en París había conseguido recopilar, Cantando bajo la lluvia se transformó con el paso de los años en un icono del séptimo arte, aclamado en todo el mundo y surtiendo un efecto en el público y en la crítica muy similar al del buen vino o el whiskey: mejoraba con el tiempo. 

Pero este resultado no pudo haber salido airoso sin el esfuerzo y la dedicación que se le dedicó al filme. Ni más ni menos, Debbie Reynolds llegó a admitir posteriormente que eran tales las exigencias de perfección de Kelly, que prácticamente la obligaba a ensayar los pasos de baile hasta que le sangraban los pies.

Tras Cantando bajo la lluvia llegó una especie de secuela (sin serlo realmente) de Un día en NY, llamada Siempre hace buen tiempo (‘It’s Always Fair Weather’), estrenada en 1955 y con una acogida algo menos intensa que sus otras dos predecesoras, debido a varios factores, como la llegada de la televisión a los hogares, la baja publicidad que se le dio en comparación a sus predecesoras o el tono melancólico que contenía el argumento, poco común en un género tan alegre como suelen ser los musicales. 

Este trataba sobre tres soldados que, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, pactaban volver a reencontrarse en el mismo bar diez años más tarde, sin importar las circunstancias o lejanía que los separase. Una entrañable oda a la amistad que recorre las calles de Nueva York en busca de aquellos amigos que se han perdido tras el paso de los años y que también contiene la considerada ultima mejor coreografía individual de Kelly, ni más ni menos, encima de unos patines y al ritmo de ‘I like myself’.

El último bailarín en la ciudad de las estrellas

En 1957, Gene se divorcia de su hasta entonces esposa durante 15 años, Betsy Blair y protagoniza su último filme como protagonista principal, ‘Les Girls’. Posteriormente participaría en otros, pero tomado papeles más pequeños y desapercibidos. En 1960 se casa con Jeanne Coyne, la cual se enamoró de Kelly estando casada con Stanley Donen. Como era de esperar, esta nueva relación le hizo un flaco favor a la que Kelly y Donen mantenían, pero ello no impidió el enlace. 

Desde entonces, Kelly continuó dirigiendo películas, poniéndose al frente de Hello Dolly’ en 1969, basada en el musical homónimo de Broadway y con la aparición de Barbra Streisand y Walter Matthau, entre otros. La canción Hello Dolly! interpretada por Louis Armstrong se llevó un Oscar aquel año, pero la película no fue capaz de competir en taquilla con Easy Rider o Midnight Cowboy, también estrenadas ese mismo año.

En 1970 dirige la comedia western El club social de Cheyenne, protagonizada por James Stewart y Henry Fonda. Tres años más tarde, su mujer Jeanne Coyne muere de leucemia y deja viudo a Kelly con dos hijos a los que cuidar, además de una tercera hija del primer matrimonio con Betsy Blair. Kelly decide enfocarse en su familia y permanecer en Los Angeles, decisión que lo descalifica para dirigir en Munich, ni más ni menos que Cabaret, con la hija de sus dos grandes amigos y compañeros de gremio, Liza Minnelli. 

En 1980, y en calidad de actor, regresa a la gran pantalla junto a Olivia Newton-John, con un papel secundario en Xanadú. En 1981 rueda en España el anuncio de Freixenet y recibe ciertas críticas del equipo de producción, los cuales no quedaron del todo satisfechos con su trabajo, según relató al periódico El Mundo, el fotógrafo y publicista Leopoldo Pomés. Al parecer, despidió a un pianista del equipo y rechazó las partituras que Augusto Algueró (marido de Carmen Sevilla) propuso para el proyecto.

Gene Kelly junto a Olivia Newton-John en 'Xanadu'
Gene Kelly junto a Olivia Newton-John en ‘Xanadu’
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De Kelly se dice también que su personalidad narcisista y sus múltiples exigencias para con sus compañeros y compañeras de rodaje le convirtieron en un verdugo con el que a veces resultaba muy complicado trabajar. Pies ensangrentados por el exceso de ensayo (como le ocurrió a Debbie Reynolds con Good Morning en Cantando bajo la lluvia) y escoliosis generadas en actrices como Esther Williams en Llévame a ver el partido, debido a que él era más bajo que sus coprotagonistas y les exigía encogerse frente a las cámaras, fueron algunas de las malas críticas que recibió el actor durante su carrera. 

También se decía de este que era un gran amante de los juegos de rol y organizaba partidas en sus mansiones a las que sus amigos terminaron por no querer asistir, en vista de la gran competitividad y mal perder que tenía el actor. Se casó una tercera vez en 1990 con Patricia Ward, cuando el tenía 77 años y ella 30 y murió seis años más tarde, en 1996, debido a varios derrames sufridos.

En definitiva, Kelly fue un hombre de claroscuros que dominó Hollywood e iluminó la escena musical de los años 40, 50 y 60 como ninguno otro supo hacerlo, pero el cual descendió tan rápido y misteriosamente que apenas nadie predijo o avistó su partida. En la película documental Érase una vez en Hollywood III rodada en 1994, casi hacia el final de la producción, Kelly cita al compositor y letrista de Broadway, Irving Berlin, diciendo: “La canción ha terminado, pero la melodía perdura”. Esta sería su última frase grabada frente a una cámara. Poco después, el 2 de febrero de 1996, fallece. Pero no su legado, que permanece en pie, estoico, manteniéndolo como uno de los bailarines, actores, cantantes y coreógrafos más brillantes, si no el que más, de la ciudad de las estrellas.

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